Comentario
El monte que llaman Popocatepec
Hay un monte a ocho leguas de Chololla, que llaman Popocatepec, que quiere decir sierra de humo, porque rebosa muchas veces humo y fuego. Cortés envió allá diez españoles, con muchos vecinos que los guiasen y llevasen de comer. La subida era áspera y embarazosa. Llegaron hasta oír el ruido, mas no se atrevieron a subir a lo alto a verlo, porque temblaba la tierra, y había tanta ceniza, que impedía el camino; y así, se querían volver. Pero dos de ellos, que debían ser más animosos o curiosos, determinaron de ver el lado y misterio de tan admirable y espantoso fuego, y por dar alguna razón a quien los enviaba, no los tuviese por medrosos y ruines. Y así, aunque los demás no querían, y los guías los atemorizaban, diciendo que nunca jamás lo habían hollado pies ni visto ojos humanos, subieron allá por entre medio de la ceniza, y llegaron a lo último por debajo de un espeso humo. Miraron un rato, y se les figuró que tenía media legua de boca aquella concavidad, en que retumbaba el ruido, que estremecía la sierra, y poco hondo, pero como un horno de vidrio cuando más hierve. Era tanto el calor y humo, que se volvieron pronto por las mismas pisadas que fueron, por no perder el rastro y perderse. Apenas se hubieron desviado y andado un pedazo, cuando comenzó a lanzar ceniza y llama, y luego ascuas, y por último unas grandes piedras ardientes de fuego; y si no hubiesen hallado dónde meterse debajo de una peña, hubieran perecido allí abrasados. Y como trajeron buenas señas, y volvieron vivos y sanos, vinieron muchos indios a besarles la ropa y a verlos, como por milagro o como dioses, dándoles muchos presentillos: tanto se maravillaron de aquel hecho. Piensan aquellos simples que es una boca de infierno, a donde van los señores que gobiernan mal o tiranizan, después de muertos, a purgar sus pecados, y de allí al descanso. Esta sierra, que llaman volcán, por la semejanza que tiene con el de Sicilia, es alta y redonda, y jamás le falta nieve. Parece desde muy lejos, por la noche, que echa llamas. Hay cerca de él muchas ciudades, pero la más cercana es Huexocinco. Estuvo más de diez años sin echar humo, y el año de 1540 volvió a hacerlo como antes, y producía tanto ruido que puso espanto a los vecinos que estaban a cuatro leguas y más. Salió mucho humo, y tan espeso, que no recordaban cosa igual. Lanzó tanto fuego y con tal fuerza, que llegaron las cenizas a Huexocinco, Quetlaxcoapan, Tepejacac, Cuauhquecholla, Chololla y Tlaxcallan, que está a diez leguas, y hasta dicen que llegó a quince. Cubrió el campo, y quemó las hortalizas y los árboles, y hasta los vestidos.